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miércoles, 19 de octubre de 2011

Felicidad Interior Bruta: ¿El dinero da la felicidad?

“El que diga que el dinero no puede comprar la felicidad es porque no sabe dónde ir de compras”.

Por un lado, la relación resulta obvia. Nadie puede negar que tener suficiente dinero para cubrir las necesidades básicas –alimentos, abrigo y vivienda- te hace más feliz, o al menos te libera del estrés que conlleva vivir bajo serias restricciones. Y cuanto más dinero tienes, más cosas que te proporcionan felicidad puedes comprar, ya sea el iPhone4, un coche nuevo o una bufanda de cachemir. Por otro lado, esos objetos materiales no suelen proporcionarnos la misma felicidad que, por ejemplo, pasar la mañana con tus hijos en la playa o mantener una buena conversación con un viejo amigo.
“La relación entre dinero y felicidad es complicada”, dice Ed Diener, profesor emérito de Psicología en la Universidad de Illinois, que investiga sobre temas de cuantificación de la felicidad. “A igualdad de condiciones, tener más dinero siempre va a ser bueno. Pero aunque el dinero te puede hacer más feliz hay cosas que introducen complejidad en dicha correlación”.
Efectivamente, tener más dinero nos hace más felices, pero la felicidad también depende de otras cosas, como vivir -o no- en un país económicamente avanzado, el modo en que gastas tu dinero, cómo comparas tu riqueza con la de los demás o qué importancia le concedes a tu tiempo.
En la década de los 70 se podían contar con los dedos de una mano los investigadores que estudiaban el tema de la felicidad humana, y existían muy pocos datos fiables que cuantificasen el bienestar individual o nacional. Por aquél entonces los estudios sugerían que por encima de determinado mínimo los ingresos sólo tenían un modesto efecto sobre la felicidad. En cualquier sociedad la gente rica era más feliz que la gente pobre, pero los ciudadanos de países ricos no eran mucho más felices que los ciudadanos de países de riqueza media e incluso pobres. Este resultado, conocido como la Paradoja Easterlin en honor de Richard Easterlin, el economista que observó esta relación por primera vez, sugería que era el ingreso relativo –y no absoluto- el que estaba vinculado a la felicidad. En otras palabras, lo que importa es tener lo mismo que el vecino.
Las investigaciones sobre la felicidad han recorrido mucho camino desde entonces. Hoy en día se dispone de mejor información y muestras mucho más representativas para cuantificar tanto los niveles personales como nacionales de felicidad. Asimismo, mucha más gente trabaja en este campo –desde economistas a sociólogos y psicólogos-, y ahora la mayoría están de acuerdo en el fuerte vínculo existente entre el nivel de desarrollo económico de un país y la felicidad de sus ciudadanos.
De hecho, los líderes políticos –incluyendo el primer ministro británico David Cameron y el presidente francés Nicolás Sarkozy-, han declarado que puede que la felicidad sea la clave para mejorar el modo en que se cuantifican los estándares de vida de un país. En su opinión, en lugar de tener en cuenta únicamente el producto interior bruto -la cantidad de bienes y servicios producidos en el país-, también deberían considerarse otros factores como el grado de satisfacción que tienen los ciudadanos con sus vidas.
No obstante, resulta muy complicado precisar la conexión entre dinero y felicidad, aunque sea una definición muy sencilla e universal. Algunos críticos señalan que averiguar cómo determinar el éxito de un país a través de su bienestar resultaría igual de complicado.
País a país
Los profesores de Empresa y Políticas Públicas de Wharton Betsey Stevensony Justin Wolfers, y el estudiante de doctorado Daniel Sacks han desenterrado todos los estudios multinacionales sobre bienestar a los que han tenido acceso y los han cruzado con las estadísticas internacionales sobre desarrollo económico disponibles. Los datos recopilados por este equipo cubren un total de 40 años, 155 países y cientos de miles de individuos. Los resultados muestran que “existe una relación robusta entre el bienestar y el desarrollo económico”, explica Wolfers. Esta investigación está publicada en un artículo titulado “Subjective Well-Being, Income, Economic Development and Growth” (“Bienestar, renta, desarrollo económico y crecimiento subjetivos”).
El dinero está estrechamente asociado con el bienestar, un resultado que se sostiene cuando se compara la felicidad de dos individuos dentro del mismo país -donde uno es el 10% más rico que el otro-, o la felicidad media de dos países –donde la renta per cápita de uno supera en un 10% a la del otro-. “La paradoja de Easterlin intuitivamente tiene sentido, pero parece ser que los resultados obtenidos en las investigaciones sobre felicidad del pasado no eran hechos, sino más bien cosas que deseábamos que fuesen ciertas”, señala Wolfers. “Se trataba de una hipótesis tremendamente tranquilizadora; nos permitía dormir mejor por las noches sin preocuparnos por el sufrimiento humano en Burundi, ya que sugería que la gente en Burundi era simplemente tan feliz como nosotros”.
Easterlin, que da clases en la Universidad de Southern California, no se ha retractado. El mes pasado publicaba un nuevo artículo en el que concluía que en 37 países del mundo, pobres y ricos, los niveles de bienestar no habían aumentado al mismo ritmo que sus niveles de renta en el largo plazo. Así, en Chile, China y Corea del Sur, la renta per cápita se había duplicado en veinte años pero los informes mostraban incluso ligeros retrocesos en los niveles de satisfacción de los ciudadanos con sus vidas.
Sin embargo, Wolfers sostiene que el crecimiento económico contribuye a financiar las inversiones en investigaciones científicas asociadas a vidas más saludables y longevas. Wolfers señala varios indicadores económicos que tienen una fuerte correlación con lo que la gente entiende por bienestar. La mortalidad infantil es uno de ellos. En Estados Unidos la probabilidad de que un recién nacido fallezca antes de los cinco años ha disminuido considerablemente a lo largo de los últimos 50 años: hoy en día la probabilidad es 7,8 por cada mil nacidos, mientras que en 1960 dicha cifra era del 30 por mil. En Burundi, uno de los países más pobres del mundo (y que está situado en las últimas posiciones en todos los ranking sobre felicidad en el mundo), la mortalidad infantil en la actualidad es 166,3 por mil, según datos del Banco Mundial.
En los últimos 30 años, la esperanza de vida en Estados Unidos ha aumentado prácticamente un año cada década. Hoy en día, si los patrones de mortalidad actuales se mantienen, se espera que un recién nacido estadounidense por término medio cumpla los 78,44 años (en 1970 dicha cifra era 70,81 según el Banco Mundial). En Burundi la esperanza de vida media es 50,43.
“Se han producido diversas transformaciones”, dice Wolfers. “La mayor productividad de Estados Unidos significa que disponemos de opciones que nuestros amigos de Burundi no tienen. Y dichas elecciones están a nuestro alcance gracias a nuestro mayor nivel de compra”.
En opinión de Wolfers, la renta relativa es importante, pero sólo en los extremos. “Parece que lo único que nos importa es tener lo mismo que el vecino. Pero si el vecino vive en un país rico y tú también, los dos estáis más felices de lo que estarías viviendo en un país pobre. Los niveles de desarrollo económico son muy diferentes de país a país. La pequeña satisfacción que sientes cuando superas al vecino realmente no tiene importancia en un país como Burundi, donde tu preocupación es que tu hijo se está muriendo”.
No obstante, a la gente lo que le preocupa es su posición y estatus relativo. Según Sonja Lyubomirsky, profesora de Psicología en la Universidad de California, Riverside, que estudia el bienestar humano, en Estados Unidos las comparaciones y juicios relativos importan mucho. “Las investigaciones sugieren que sólo cuando te recortan el sueldo, o pierdes tu trabajo, te muestras considerablemente menos satisfecho con tu vida”, explica. “Pero cuando todo el mundo empeora tus niveles de satisfacción siguen más o menos igual”.
Un conocido estudio de hace una década revelaba que la gente prefiere vivir en un mundo en el que su salario anual fuese 50.000 dólares y el de los demás 25.000, que en un mundo en el que ganase 100.000 dólares y los demás 200.000. “Para algunos este resultado muestra el lado oscuro de la naturaleza humana, pero para mí revela una verdad demasiado humana: nos preocupan más las comparaciones sociales, estatus y posición que el valor absoluto en nuestra cuenta bancaria o nuestra reputación”, señala Lyubomirsky.
Pero independientemente del dinero que tenga cada uno hay estrategias de consumo que maximizan nuestra felicidad individual. Por ejemplo, gastar dinero en los demás, bien sea un acto filantrópico o invitando a un amigo a comer, nos hace más felices que gastar dinero en nosotros mismos. Gastar dinero en cualquier cosa que fomente el crecimiento personal –clases de francés o de cocina-, o en actos sociales suele hacernos más felices que gastarlo en aventuras en solitario.
Gastar dinero en muchas pequeñas cosas en lugar de una única cosa grande también nos hace más feliz. “El motivo es que si gastas tu dinero en una sola cosa de gran valor te acostumbras, pero con muchas cosas de pequeño valor se producen más periodos de adaptación así que la felicidad dura más tiempo”, dice Lyubmirsky.
Gastar dinero en experiencias –por ejemplo un viaje especial-, en lugar de posesiones también nos hace más feliz. “Las experiencias que sean sociales… probablemente se recuerden más y no son comparables”, añade. “No sabes si tu vecino tuvo una luna de miel mejor que la tuya”.
El enfoque filosófico
No obstante, cuando se pregunta a la gente una variación de la cuestión “¿Qué te hace feliz?”, para la mayoría el dinero no ocupa una de las primeras posiciones. Según el profesor de Gestión de Wharton Stewart Friedman, en general, los encuestados suelen responder cosas como cultivar relaciones de calidad con amigos y familia, hacer una contribución positiva al mundo o “tener tiempo para ellos mismos, para recuperarse y rejuvenecer”.
Friedman, cuyas investigaciones se centran en la intersección entre el comportamiento organizativo y la integración familiar y laboral, da clases sobre liderazgo a partir de su experiencia de dos años en Ford. En las clases guía a estudiantes a través de diversos ejercicios para que identifiquen cuáles son sus principales valores y sepan reconocer qué es lo que más les importa; luego les ayuda a averiguar cómo gestionar su trabajo, familia y compromisos con la comunidad para que sus vidas y valores estén en la misma línea. “Los resultados que la gente espera tienen mucho que ver con su bienestar y felicidad”, dice. “Quieren contribuir a que el mundo sea un lugar mejor, un lugar más seguro. Reconocen la importancia de las intenciones”.
En opinión de Diener, científico senior en Gallup, después está el tema de cómo definen los individuos la felicidad. Este verano Gallup realizaba una encuesta a nivel mundial a más de 136.000 personas en 132 países que incluía preguntas sobre la felicidad y la renta. También había cuestiones sobre su renta y estándares de vida, sobre si sus necesidades básicas de comida y vivienda estaban cubiertas, qué tipo de bienes poseían y si sentían que sus necesidades psicológicas estaban satisfechas. La encuesta incluía una evaluación global de sus vidas, ya que pedía a los entrevistados que evaluasen su vida de diez (la mejor posible) a cero (la peor posible). También preguntaba si se sentían respetados, si tenían familias y amigos con los que poder contar en caso de dificultad, y lo libres que se sentían a la hora de elegir sus actividades diarias.
Los resultados muestran que aunque la satisfacción normalmente aumenta con la renta, las sensaciones positivas que se experimentan en el día a día no siguen necesariamente la misma pauta. “Observando el nivel de satisfacción de nuestra vida –cuando miramos hacia atrás y la evaluamos-, la gente podría decir En general está bastante bien. Estoy casado/a, tengo trabajo, tengo salud. Se puede ver una fuerte correlación en todas partes del mundo entre la renta individual y nacional y los niveles de felicidad”, explica Diener. “Por otro lado, cuando estudias la felicidad asociada a determinados momentos -¿disfrutas con tu trabajo? ¿Estás aprendiendo cosas nuevas? ¿Estás pasando tiempo con tus amigos?- entonces apenas existe correlación con el dinero. Esta felicidad está fuertemente asociada con otros factores, como sentirse respetado, tener autonomía y apoyo social o tener un empleo que te llene”.
Según Diener, uno de los obstáculos a la felicidad es el “problema de aspirar siempre a algo más”, también conocido simplemente como materialismo. “Las aspiraciones crecen tan rápidamente que la gente se siente decepcionada con la cantidad de dinero que gana porque siempre quiere más”, señala. “Todos los días vemos en la televisión películas y programas sobre gente que gana un montón de dinero y compra yates de 20 millones de dólares. Es algo que ocurre en todas las partes del mundo; nuestro informe nos dice que en los países en desarrollo hay más gente que tiene televisores que agua potable en sus casas. Los medios de comunicación han aumentado rápidamente las aspiraciones de la gente”.
Después también está el tema de cómo has conseguido el dinero, cómo lo gastas y cómo empleas tu tiempo, señala Diener. “Si tienes dinero porque eres el abogado de una gran empresa, trabajando 80 horas a la semana, entonces posiblemente estés cansado. Trabajas muchas horas y en tu vida no tienes mucho tiempo para otra cosa que no sea el trabajo. Posiblemente te gastes tu dinero en una niñera, una asistenta y todas esas cosas que necesitas para permanecer a flote, no realmente en cosas que te hacen feliz”.
El tiempo, siempre presente
Cassie Mogilner, profesora de Marketing de Wharton, estudia precisamente este tema. Sus investigaciones se centran en la relación entre el tiempo y la felicidad, y estudia cómo la decisión de una persona de pensar en términos de tiempo –en lugar de dinero- puede influirle de forma que dedicará más tiempo a cosas que le hagan feliz.
En una serie de experimentos, Mogilner analizaba qué ocurría cuando los participantes pensaban sobre el tiempo, incluso fugaz o subconscientemente, y si ello tenía algún efecto sobre su comportamiento y felicidad. El primer experimento se llevó a cabo online. Se facilitaron a los participantes diversas palabras relacionadas bien con el tiempo, con el dinero o neutras, y se les pidió que creasen todas las frases que pudiesen con esas palabras en tres minutos. (Por ejemplo, en el primer grupo los participantes tenían que construir frases con términos como “reloj”, “días”, “horas”, mientras que en el segundo se enfrentaban a palabras como “salud”, “precio” o “efectivo”).
Después, se pedía a los participantes que completasen una encuesta sobre cómo tenían pensado pasar las próximas 24 horas, donde también debían evaluar cuánta felicidad les proporcionaban las actividades señaladas. Aquellos que habían estado en contacto con las palabras vinculadas al tiempo declaraban que pasarían más tiempo socializando con la familia y amigos o bien teniendo relaciones íntimas, actividades que además les proporcionaban más felicidad. Pero aquellos que habían estado en contacto con palabras vinculadas al dinero manifestaban que iban a pasar más tiempo trabajando o viajando para ir al trabajo, actividades asociadas con niveles muy bajos de felicidad.
Un segundo experimento se llevó a cabo en una cafetería muy popular entre los estudiantes universitarios. Cuando los estudiantes entraban se les pedía de nuevo construir frases con palabras relacionadas con el tiempo, palabras relacionadas con el dinero o palabras neutras. Después se les dejaba entrar. Desconocían que en la cafetería había un investigador observando su comportamiento, mirando si estaban hablando por el móvil, enviando un SMS o hablando con otras personas o bien trabajando con sus ordenadores o leyendo algo relacionado con sus estudios.
Al igual que en el primer experimento, aquellos que habían estado en contacto con palabras relacionadas con el tiempo eran más proclives a estar socializando, mientras que la probabilidad de estar trabajando era mayor para aquellos que habían construido frases con palabras relacionadas con el dinero. Cuando los estudiantes abandonaban la cafetería se les preguntaba que cuantificasen su nivel de felicidad en ese momento; aquellos que habían estado socializando eran más felices que aquellos que habían estado trabajando. Los resultados de estas investigaciones aparecen en el artículo “The Pursuit of Happiness: Time, Money, and Social Connection” (“Persiguiendo la felicidad: Tiempo, dinero y conexiones sociales”), publicado en la revista Psychological Science.
La conclusión obvia es que todos necesitamos pasar más tiempo socializando con nuestros amigos y seres queridos para ser más felices, ¿no? No necesariamente, dice Mogilner. “Yo no digo que la gente deba dejar de trabajar. Para mucha gente el trabajo es una fuente muy importante de satisfacción personal”, explica. “Pero mis investigaciones indican que, además de nuestras carreras profesionales, también debemos cuidar la familia y las relaciones sociales. En el margen, cuando estamos pensando en trabajar una hora más en la oficina o bien irnos a casa y pasar algo más de tiempo con nuestra familia o amigos, si optas por lo último tendrás más felicidad”.

jueves, 6 de octubre de 2011

Buscando una estrategia para inventar el futuro del Management

Mientras las compañías hacen grandes esfuerzos de innovación en áreas de desarrollo y tecnología de producto, sus prácticas de gestión se han quedado en el siglo pasado.  Entonces, ¿cuál es el futuro del Management?

Para Gary Hamel, esta es la oportunidad de hacer algo que tenga serias repercusiones.
El hombre considerado por el diario Wall Street Journal como uno de los pensadores más importantes a nivel mundial, está buscando una estrategia para inventar el futuro del Management.
Ud. describe el management como uno de los grandes logros de la humanidad. ¿Qué es lo que significa eso? ¿Cuáles han sido otros de los grandes logros del ser humano, y por qué podemos comparar al management  con esos logros?
Yo diría que cualquier cosa que permita mejorar o encontrar nuevas formas para que el ser humano se conecte y comunique (como ser los tipo móviles, la publicación de libros o medios modernos como el telégrafo, el teléfono y los automóviles). Algo como la energía eléctrica que permite distribuir y generar nuevos métodos de producción; todos estos inventos han sido cruciales en la evolución de la humanidad.
Generalmente el progreso económico es de 4 tipos de innovación: la innovación social, la institucional, la tecnológica y finalmente la innovación de management o gestión. Pero fue gracias a la innovación de gestión que realmente generó un verdadero crecimiento económico. No fue hasta que finalmente aprendimos a aumentar la productividad y dividir el trabajo que realmente vimos resultados medibles a grandes escalas. El resultado de la innovación en management es la que mayor resultados tiene y la que más se siente en el estilo de vida.
Ya van más de cien años de incremento en capital y productividad. En un principio esa era el problema que el management debía resolver. Encontrar una forma para que las personas hagan una y otra vez la misma tarea, reduciendo los factores variables y aumentando la eficiencia.
Ahora si bien la eficiencia sigue siendo un punto crítico, es muy difícil tratar de crear una ventaja en la idea de eficiencia operacional. Siempre aparecen nuevos competidores que pueden llevar sus activos y recursos a un país donde la mano de obra tiene un costo mucho menor o donde la energía no es tan cara. Eso que solían ser ventaja hoy son requisitos que no implican una oportunidad. Ahora la innovación en gestión debe focalizarse hacia como motivar a las personas, como organizar, planificar y manejar sus recursos para hacer que una ventaja competitiva se sostenga en el tiempo.
¿Podrías nombrar algunas de las empresas que estén implementando estos nuevos principios de Management de forma efectiva y se estén posicionando a la cabeza de la carrera?
Creo que sería muy peligroso tratar de elegir una en particular, porque este nuevo panorama todavía se está planteando. Incluso las empresas que han tenido iniciativas en esta área, no sé si podrían decir que “ya lo tienen resuelto”. De todos modos, si existen algunas organizaciones que parecen tener mayor grado de  conciencia sobre la situación y que están pensando de forma activa como resolverlo.
Google es una de estas compañías. No creo que hayan encontrado la clave del éxito pero al menos están trabajando para generar una ventaja evolutiva. El gran acierto de Google es ser una compañía que no se enamora de sus status quo incluso cundo le va bien, y es una compañía que está creando constantemente.
Hay muchas otras compañías que están experimentando con nuevos modelos de management. Una de ellas es el Bank of New Zealand. Tienen 189 sucursales y están haciendo una prueba para medir como funciona la libertad del empleado. Han dado a cada uno de los encargados de las sucursales el derecho a definir su horario de apertura al público. Querían lograr que cada uno de esos encargados se sintiera dueño de esa parte del negocio. No parece gran cosa, pero nunca antes un banco había tenido esa política de darles tanta libertad a sus empleados.
¿Cómo describirías a estos nuevos principios del management?
Creo que hay varios principios elementales que son importantes a la hora de generar este nuevo modelo de management. Uno de esos principios es la libertad. Se ha visto que se puede tener organizaciones con alto grado de independencia y aún así mantener un control jerárquico en la cima. Uno observa en otras ramas como la biología, la democracia, el mercado, las ciudades, y de repente se encuentra con que la mayor parte de esos sistemas que funcionan y dan resultados son mucho más flexibles y con mayor grado de independencia que la mayoría de las multinacionales. La pregunta es entonces, ¿Cómo damos a la gente esa libertad y evitamos que se vuelva un gran caos?
Otro factor de suma importancia es la variedad. El mundo en el que vivimos se vuelve cada vez más cambiante e impredecible. Ya no puede planearse de acá a diez o veinte años. Es importante tratar de probar cosas nuevas. Experimentar con nuevas formas de bajo costo pero de forma continua para ver qué funciona y qué no funciona.
El tercer principio es comenzar a considerar la organización como un mercado. Salvo en casos donde hay mucha intervención y donde el mercado no fluye naturalmente; el mercado suele ser un ejemplo de cómo los recursos se van acomodando solos en la forma más eficiente sin la necesidad de un alto impacto de un comandante. Si yo decido que quiero tener acciones de una compañía X e invertir dinero en Y, no tengo que pedirle permiso a nadie, simplemente lo hago. Lo que estoy tratando de que entiendan es que en el largo plazo, el mercado siempre sale ganando versus las organizaciones. Una de las cosas que aprendimos de los modelos de organización social, es que cuanto más concentrado el poder político, menos resistente será. En el mercado el poder esta distribuido en muchos polos; es decir que muchas personas al mismo tiempo están tomando decisiones, generando ideas sobre que comprar y donde invertir. En una jerarquía, la toma de decisiones se reduce a un pequeño grupo de personas que determinan una estrategia y dirigen la organización hacia un rumbo que puede ser peligroso en un mundo con tan poca continuidad.
Usted dice que el management tiene que aprender de otras disciplinas. Ya mencionó al mercado como un ejemplo. ¿Cuáles serían otras disciplinas a tener en cuenta y por qué?
Para tener éxito en el futuro, las organizaciones deberán encontrar nuevas formar de motivar a su personal, para que no solamente incorporen al trabajo sus habilidades, su experiencia y diligencia laboral, pero para que también tengan pasión por su trabajo, para que tengan impulso. Entonces uno se pone a pensar qué cosas son las que apasionan a la gente. ¿Qué hace que una persona aumente su compromiso y sienta verdadera pasión por su trabajo? Y la respuesta es que la persona se sienta parte de un fin último que ayude a una causa mayor; que no sea sienta que el trabajo es solamente la forma de obtener dinero.
Otro elemento importante es la fe. Cuando se toma distancia y se observa la historia de la humanidad; queda claro que la fe es el verdadero sello del ser humano. Incluso en la actualidad, donde predomina un mundo científico y sobre todo materialista, la cantidad de personas que creen en una fuerza mayor, no ha cambiado mucho en los últimos siglos. Quizás si haya menos confianza en la religión, pero aún creen en algún tipo de ser supremo o del poder de lo espiritual. La realidad es que las personas necesitan que su vida tenga un sentido. Muchas organizaciones manifiestan que quieren ver cambios; pero no comprenden que la gente solo cambia por las cosas que verdaderamente le importan. Si quieren generar una postura proactiva y reactiva en su gente, tienen que encontrar y brindar a su gente un verdadero sentido para que ese cambio ocurra.
Ud. habla de reducir la burocracia, las jerarquías y los métodos tradicionales de control. Pero, ¿la crisis financiera no es justamente un resultado que indica la falta de control? ¿No fueron los bancos “innovadores” los que se metieron en tantos problemas?
Yo no digo que debemos abolir el controlar. Definitivamente necesitamos regulación. Pero se habla de la crisis como algo que nunca había sucedido antes, como un fenómeno global con una forma revolucionaria que tenia que ver con la interdependencia entre las instituciones y que no podríamos haberla previsto. Me parece ridículo.
Ya contábamos con los recursos y los métodos para controlar la crisis pero no fueron bien manejados. El FCC tiene el poder para monitorear la actividad de los bancos de inversión, pero no lo hicieron. La House Finance Comittee del Congreso de EEUU tenía el poder de decisión sobre Fanny Mae y Freddie Mac, que fueron los responsables detrás de la crisis en hipotecas de alto riesgo; pero no actuaron por razones políticas. Detrás de la crisis financiera hay una crisis política mucho más profunda. La realidad es que nadie hizo nada para evitarla.
¿Será entonces que los políticos y los gobiernos pueden aprender de la innovación del management de la que nos viene hablando?
Todos los principios son aplicables. Si miramos a los grandes desafíos con los que se deben enfrentar los gobiernos en la actualidad- temas como el calentamiento global, la seguridad, el tema de la seguridad social- la mayoría de ellos no pueden ser resueltos de una sola manera ni de modo absoluto. Pero eso no significa que no puedan establecerse ciertos marcos de acción. Pongamos como ejemplo a la Internet. La Internet es uno de los procesos más creativos con el que el ser humano se ha visto involucrado. ¿Y qué aprendimos de ello? ¿Cuál ha sido el verdadero impacto de la Internet? ¿Cómo se logró ese impacto?
Primero fue necesario complementar y lograr la operabilidad de las distintas plataformas. Un grupo de gente se volcó a la tarea de explicar como funcionaba el HTML, qué era el xml y demás. Pero en definitiva es generar una plataforma donde se puede contar con el aporte e innovación que aporten muchas personas.
Me resulta interesante que cada persona involucrada en la creación de proyectos de ley y regulaciones que he conocido, todos concuerdan que la capacidad de emprender que surge de lugares como Silicon Valley es de verdadera importancia para la vitalidad de la economía. ¿Cómo es entonces que no han logrado dar con el mismo tipo de semillero de ideas para la generación de políticas gubernamentales? Cada vez se ve más que la gente se está volcando hacia emprendimientos sociales. Pero creo que todos los mandatarios deberían separar al menos 10 o 20 % de su presupuesto anual para ocuparse del desarrollo de estas iniciativas sociales.
Hay algo que está claro. Estos problemas no se resuelven tomando decisiones desde la cima de la jerarquía. Este tipo de conflictos necesitan experimentación, prueba y error, ver en pequeña escala que es lo que funciona para luego poder llevarlo a las grandes dimensiones. El mundo es demasiado complejo y los problemas son cada día más enredados como para que un pequeño grupo de personas pueda ser responsable del diseño de las soluciones. Lo que ocurre es que un poder centralizado provoca que las soluciones no vayan a ponderar todos los factores y efectos colaterales de ese plan de acción. Al estar en el centro de todo, solo pueden ver una parte del problema.
La variedad; la utilización de mecanismos de mercado por encima de políticas de centralización del poder; tener un claro sentido de lo que se quiere lograr y tener una mente abierta sobre como obtener esos resultados, son principios que incluso pueden resultar más importante para los gobiernos y dirigentes políticos que para las organizaciones. Porque en los gobiernos hay una estado natural de monopolio sin la presión de la competencia, sin la posibilidad de bancarrota. Es mucho más fácil cometer errores sin que haya ningún tipo de contención.

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